El sábado pasado lo aproveché para turistear por mi ciudad. Nos despertamos temprano con mi novia y aprovechamos que el día estaba soleado y hacía calor – no como hoy – y fuimos para la zona de Plaza de Mayo. Allí hicimos unas fotos, descansamos un poco, y luego bajamos hasta San Telmo, parando donde nos interesaba. La idea era almorzar en un lugar muy trendy que habíamos visto en instagram y nos había encantado, y queríamos llegar temprano para evitar la hora pico.

Efectivamente, pasados unos minutos del mediodía estábamos entrando al lugar. Hicimos bien porque una hora después ya estaban las mesas completas y afuera había gente esperando.
Ya dentro empezábamos a maravillarnos con la decoración y el estilo de la estructura, la que alguna vez fue conventillo y ahora es un bar. Recorrimos la terraza, sacamos varias fotos, y nos sentamos en una mesita al reparo del viento que había en ese momento.

Se nos acercó un camarero, nos dejó la carta y nos comentó cuáles eran los platos del día. Tardamos un rato en decidirnos, porque las opciones parecían. muy tentadoras. Cuando nos tomó la orden, nos decidimos por un plato del día y un plato a la carta. El plato del día era un «bife de chorizo con salsa agridulce y vegetales grilladas». El otro era milanesas de berenjenas con guarnición (en nuestro caso, ensalada). Y pedimos dos empanadas de carne para matar el hambre por un rato hasta que llegaran los platos.
Llegaron las empanadas después de un rato bastante largo. Eran fritas, de carne picada a cuchillo, medio dulzonas. Estaban OK, pero de ninguna manera fueron unas deliciosas empanadas. Al minuto llegaron los platos principales.
La famosa salsa agridulce era kétchup, y en vez de traer un cuenquito, lo pusieron en el bife, el cual quedó totalmente embadurnado en kétchup (perdonen lo vulgar). Los vegetales eran papa, cebolla y morrones, cortados muy chiquitos, y poca cantidad. De sabor estaba bien, pero esa combinación no la pido más. Y la milanesa de berenjena consistía en tres milanesitas, y la ensalada venía en ese plato, pero sin cortar ni condimentar. ¿Saben lo complicado que es cortar la lechuga, mezclar y condimentar en un plato que ya tiene otras cosas? En lo que respecta al sabor, había partes del empanado sin sabor, y otras con mucha sal y pimienta.
Luego de ese almuerzo mediocre, fui al baño y al querer secarme las manos vi que las servilletas de papel estaban colocadas de manera improvisada sobre un perchero. ¿Tacho de basura no había? Tampoco dispenser de alcohol.
Pedí la cuenta, y trajeron el papelito que odio, el «no válido como comprobante fiscal». Le pedí que al regreso trajera el ticket fiscal. «Sí, por supuesto» dijo. No me trajo nada. No importa, lo pido abajo, dije. Cuestión que no tenían ticketera, tenía que dejarles el email para que me mandaran la factura. La verdad que no quería saber más nada y nos fuimos decepcionados, mirando a la fila de gente en la calle esperando entrar y tentados a gritarles «¡Huyan!».
Todo esto me hizo pensar en lo que generan las redes sociales en las personas. Como yo, habrá habido muchísimos más que se fueron así, con un mal gusto (no solo por la comida). Hay que investigar bien antes de mandarse para un lugar, para no imaginarnos cosas que después no suceden y quedar decepcionados. Creo que este lugar no estuvo preparado para afrontar todo lo que vendieron en las redes, y esto es malo. Porque cuando los cientos, o miles, de personas hayan sacado las fotos correspondientes, no van a volver más por el servicio y la comida. Y ningún comercio sobrevive si no vende. No voy a ese lugar para comer lo que puedo hacer en casa, o pagar lo que se paga en un restaurante bueno. Voy para quedar satisfecho en todos los sentidos.
Por respeto al bar, y porque quiero darle otra oportunidad más adelante, no he dado su nombre. Creo que lo que sucedió fue por sumas de errores. Si los dueños saben leer a sus clientes, van a mejorar.
En fin, esta fue la reflexión semanal. Gracias por leer. Les deseo un excelente fin de semana.
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