Apenas aterrizamos en Salta nos tomamos un taxi hasta el hotel. Por suerte la habitación estaba lista. Así que dejamos el equipaje, nos cambiamos de ropa y salimos directo a comer. El lugar ya lo teníamos definido hace mucho: Doña Salta. Había visto muchas reseñas de este sitio y tenía muchas ganas de conocerlo. Lo bueno es que nos quedaba a una cuadra.

Llegamos temprano y había bastantes mesas disponibles. Elegimos la ubicación y leímos el QR para ver el menú. Trajeron una panera y un cuenco con porotos y otro con salsita picante. Estaban buenísimos ambos, podría haberme comido un plato entero.
Pedimos empanadas de entrada. Yo pedí tres: una de charqui, una de queso y otra de carne. Son al horno de barro y la carne es cortada a cuchillo. Tamaño chico, me atrevo a decir que son las que nosotros conocemos como de copetín. Por eso el precio de $90.

Para continuar pedimos una carbonada para compartir. Tenía batata, carne y granos de choclo. Estaba muy buena, muy cremosa. Y los granos de choclo le daban un toque especial.

Finalmente, de postre pedimos quesillo con cayote y cuaresmillo (un tipo de durazno), con nueces por encima.

Para tomar pedimos una jarrita de vino tinto de la casa y un agua mineral sin gas.
Conclusión: Fue una de las mejores empanadas que he comido. No me animo a decir la mejor, pero realmente son muy buenas. Relleno cargado, buena masa, jugosas. La carbonada me encantó, es muy cremosa y tiene un sabor muy característico. Y el postre es una locura, muy bueno. Aunque es bastante dulce y puede llegar a empalagar.
Con todo eso, la cuenta dió $2010, incluyendo los $30 por persona por servicio de mesa. Me parece bastante bien teniendo en cuenta que quedamos satisfechos y comimos muy rico. Hay muchísimos lugares de empanadas, y seguramente este es el más turístico. Pero vale la pena conocerlo.
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