La Casona del Molino – Peña Salteña.

Estuvimos todo el día recorriendo la ciudad, fuimos a la plaza, a la Catedral, al Museo Arqueológico de Alta Montaña (MAAM) y al mercado municipal. Llegada la noche, pedimos recomendaciones de peñas en el hotel y la que más recomendaban fue La Casona del Molino. Nosotros ya habíamos buscado en internet y esta aparecía siempre con buenos comentarios, pero siempre es mejor confirmar con la gente local. Había un detalle: nos dijeron que sin reserva iba a ser difícil ingresar. Llamamos y nos dijeron que las reservas para ese día, incluso para el sábado, ya estaban tomadas. Nos quedaba arriesgarnos e ir a hacer la cola en la puerta.

Nos tomamos un taxi en la puerta del hotel y llegamos a La Casona a las 20:30. Ya había fila afuera, pero no tan larga. Creo que si llegábamos más tarde la fila llegaba a la esquina. Hablando con los de adelante y los de atrás, ninguno tenía reserva. Eso nos daba ánimo («no somos los únicos»).

La Casona del Molino

La gente iba entrando, la fila se iba acortando, y nos llegó el turno a nosotros. Nos preguntaron si teníamos reserva, nos tomaron la temperatura, nos pusieron alcohol en las manos y nos pidieron que esperemos. Finalmente, a los cinco minutos nos hicieron pasar y nos llevaron a la parte del fondo, al aire libre (el lugar es muy grande, tiene como tres espacios). Creo que habremos esperado en total media hora.

Nos gustó estar afuera por varias razones. Primero por la distancia social (las mesas estaban bien separadas), segundo porque era una linda noche y tercero porque la banda tocaba allí y se la escuchaba bien.

Llegó la camarera, se presentó y nos dejó la carta. Alrededor de las 21:30 empezó la banda a tocar muy tímidamente, como para calentar motores. Yo le digo «la banda» pero en realidad es la misma gente que va a la peña que lleva sus instrumentos y empiezan a tocar, a cantar, a improvisar, pero a efectos prácticos le digo así. La clave es pedir de a poco, porque duran bastante. Así que eso fue lo que hicimos, empezamos con unas empanadas, como no podía ser de otra manera.

Infaltable el ají
Y la Salta

Mientras tanto, la banda ya estaba completa y tocaba sambas, chacareras, carnavalitos, chamamés, de todo. La gente cantaba, aplaudía, gritaba… Unas empanadas por aquí, una cerveza por allá, un tamal, otra cerveza, más empanadas, etc. Así se hizo la medianoche y la banda en ese punto ya tocaba canciones de todo tipo: No me vuelvo a enamorar, Vienes y te vas, Ya se va la caravana, La mano de Dios, Hoy quiero amanecer en una cabaña, fueron algunos de los hit. El público en ese punto estaba como loco, bailaba, pedía temas, golpeaba la mesa, filmaba…

Un rato más tarde la gente se empezó a levantar y decidimos que era un buen momento para irnos también. Pagamos la cuenta, dejamos la propina y nos fuimos al hotel. La pasamos muy bien, comimos rico, disfrutamos la música y la alegría de la gente. Lo súper recomiendo. Les dejo los últimos comentarios:

  • Tratar de reservar con tiempo
  • Si van sin reserva, vayan temprano
  • Aunque tengan reserva la fila se hace igual, pero cuando entran les asignan la mesa reservada.
  • No cobran servicio de mesa ni derecho al espectáculo.
  • Se diferencian de las «peñas» de la calle Balcarce en que aquí no montan un show para turistas, no hay luces de colores, presentador, nada. Aquí la misma gente se pone a tocar.
  • Precios de ese momento: Empanadas $55, tamales $130, humita $260, Salta de litro $300. Pueden ver la carta completa aquí.

Recibí las publicaciones al instante suscribiéndote al blog:

Seguime en las redes:

Comiendo en Doña Salta

Apenas aterrizamos en Salta nos tomamos un taxi hasta el hotel. Por suerte la habitación estaba lista. Así que dejamos el equipaje, nos cambiamos de ropa y salimos directo a comer. El lugar ya lo teníamos definido hace mucho: Doña Salta. Había visto muchas reseñas de este sitio y tenía muchas ganas de conocerlo. Lo bueno es que nos quedaba a una cuadra.

Doña Salta

Llegamos temprano y había bastantes mesas disponibles. Elegimos la ubicación y leímos el QR para ver el menú. Trajeron una panera y un cuenco con porotos y otro con salsita picante. Estaban buenísimos ambos, podría haberme comido un plato entero.

Pedimos empanadas de entrada. Yo pedí tres: una de charqui, una de queso y otra de carne. Son al horno de barro y la carne es cortada a cuchillo. Tamaño chico, me atrevo a decir que son las que nosotros conocemos como de copetín. Por eso el precio de $90.

Empanadas, porotos y salsita

Para continuar pedimos una carbonada para compartir. Tenía batata, carne y granos de choclo. Estaba muy buena, muy cremosa. Y los granos de choclo le daban un toque especial.

Carbonada

Finalmente, de postre pedimos quesillo con cayote y cuaresmillo (un tipo de durazno), con nueces por encima.

Quesillo con cayote y cuaresmillo

Para tomar pedimos una jarrita de vino tinto de la casa y un agua mineral sin gas.

Conclusión: Fue una de las mejores empanadas que he comido. No me animo a decir la mejor, pero realmente son muy buenas. Relleno cargado, buena masa, jugosas. La carbonada me encantó, es muy cremosa y tiene un sabor muy característico. Y el postre es una locura, muy bueno. Aunque es bastante dulce y puede llegar a empalagar.

Con todo eso, la cuenta dió $2010, incluyendo los $30 por persona por servicio de mesa. Me parece bastante bien teniendo en cuenta que quedamos satisfechos y comimos muy rico. Hay muchísimos lugares de empanadas, y seguramente este es el más turístico. Pero vale la pena conocerlo.


Recibí las publicaciones al instante suscribiéndote al blog:

Seguime en las redes: